El duelo no tiene imágenes porque la muerte se las arrebató.

El proyecto Duelos toma el proceso de duelo y se adentra en su compleja definición, haciendo hincapié en su difícil generalización y catalogación. Mediante la serie, se muestran duelos e historias diversas, evocadas en espacios que conectan con la pérdida y la ausencia vivida por cada uno de los protagonistas. Los dolientes se convierten de este modo en los supervivientes olvidados tras la visita de la muerte. A pesar de pasar por sus vidas sin tocarlos, ellos quedaron impregnados.

La construcción específica de imágenes fotográficas que expliquen y den visibilidad al duelo sirve como vehículo para poner de manifiesto la ausencia de imágenes que muestren este doloroso tránsito, oculto y negado por la sociedad contemporánea. El propio duelo se convierte en un fantasma, una presencia que acompaña en el pensamiento al doliente por un tiempo que parece eterno pero que sabe de la presión exterior para terminarlo con rapidez y volver así a la normalidad lo antes posible, sin hacer demasiado ruido, sin molestar.

El trabajo pretende construir imágenes que definan este difícil estado utilizando el ramo funerario como símbolo. Aquí, el ramo se descontextualiza y pasa a ser el narrador de una historia individual de pérdida que se construye mediante su ubicación en un entorno específico y el texto que le acompaña en su cinta, confesando los sentimientos escondidos al espectador. El breve texto anudado en cada ramo pretende sugerir la gran variedad de sentimientos, pensamientos y sensaciones, muchas veces contradictorios y difíciles de compartir por miedo a no ser comprendidos, que se generan en el doliente tras una pérdida. Durante el duelo, el individuo se enfrenta a temores diversos asociados a la soledad, el vacío o el cambio identitario. Y con ellos, afloran pensamientos acerca del fallecido y de nosotros mismos que impregnan el día a día, materializándose en el espacio cotidiano pero sin ser percibidos más allá de nosotros.

De igual modo, esta ruptura brutal de la cotidianidad nos fuerza a cuestionarnos sin posibilidad de huida sobre nuestra propia relación con la muerte y nuestras creencias acerca de la propia naturaleza de ésta e incluso sobre la posible permanencia o no del ser tras ella, en sus múltiples variantes, sea ubicando al difunto en un más allá, o manteniendo viva la presencia del mismo en este mundo.